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12.3.07

Como todos los días, hoy pasé por el Centro Internacional. Venía prevenido, esta mañana había escuchado el rifirrafe de declaraciones por la radio y eso, entre otras tantas cosas, me tenía pensando. Ya no era sólo el viejo dilema de la verdad de los políticos (del que prometo un post algún día) ni el grotesco arrodillamiento de Uribito con la mano en el pecho tarareando (porque ni se lo sabrá) el himno de la que él va a convertir en nuestra patria. Era algo más.

La niña que escribe bonito me quitó las palabras de los dedos, así que pueden tomar como mías todas y cada una de sus letras. Pero lo que más me preocupa no es precisamente la incoherencia de algunos de quienes como yo vemos en la izquierda una salida viable y necesaria al futuro de este país. Me preocupa que, a punta de la rabia y el resentimiento que toda la vida han sido el lunar peludo en la frente de este país, ellos crean que están haciendo algo políticamente correcto -no en el sentido ñoño del término, más bien en el sentido literal.

Es que es necesario que a uno no le guste Bush, pertinente que a uno no le guste Uribe, aceptable que uno crea en la izquierda y discutible que uno crea que debamos ser una república bolivariana. Es inadmisible, en cambio, no saber protestar y hacer la pendejada que se hizo el domingo. ¿Qué se saca? ¿Para qué sirve? Romper unas vitrinas y quitarle un pelo al gato asegurador colombiano, pero nada más. Bush se comió su ajiaquito y habló de caballitos, rajó de los liberalcitos y de los ateítos y se divirtió un poquito con su amigo Uribito. Nos llenamos de tombos y se llenaron de miedo, pero nada de lo que se quería impedir se impidió: Bush sigue vivo, campante y mandando a matar gente. Justo como el sábado.

La derecha se solazó y lanzó todos los ataques que le vinieron en gana, la gente que anda en carretera se sintió cada vez más de acuerdo con la retórica fascista del presidente -claro, esta vez la razón los asistía- y a los que no creemos en él nos tocó ponernos a dar explicaciones. No creo que tirar piedras sea la mejor forma de ganar adeptos, creo que es una buena forma de perderlos o al menos de ponerlos en problemas. No señores, así no se protesta. No vamos a lograr nada si no les hablamos al oído, si no les decimos cosas que les interese oír, que les gusten. Y a nadie le gusta que se le caguen encima.

PD: Si alguien tiene o sabe donde conseguir la foto de Uribe con la mano en el pecho cantando el himno de los Estados Unidos, por favor dígamelo. Se le agradecerá infinitamente.
PD2: Que le quede claro a la derecha que estar en contra de Bush NO es estar contra Estados Unidos ni contra su gente. De hecho me parece un país fascinante en el que planeo estar parte de mi futuro cercano. Lo que pasa es que uno no puede confundir el amor al arte con la estupidez, es decir, uno no puede hacerse el ciego creyendo que todas sus ilusiones y todas sus opiniones son perfectas, ni que todo lo que uno quiere es absolutamente defendible.

8.3.07

Buenas. He corrido con la buena suerte de que se me haya publicado una crónica sobre el Flashmob de Transmilenio, el cual ha sido reportado oportunamente por estos lares.

Aquí les envío el link. Los invito a comentarla, a que me digan si les gustó, si les pareció un asco o lo que sea. De antemano se les agradece.

4.3.07

Bueno, la señorita Montserrat me puso una tareilla memesca de esas que por acá hasta ahora han brillado por su ausencia, así que me dispongo a hacerla. Va así:

En el lugar donde esté en el momento de leer esto, haga lo siguiente: (para que sea espontáneo)

a) Agárrese el libro que tenga más cerquita,
b) Váyase hasta la página 123,
c) Ahora a la quinta oración.
d) Cópiese las siguientes tres oraciones y publíquelas en su blog.
e) Nombre libro y autor, y póngasela de tarea a otros tres.

Así ocurrió:
»— No faltará quien lo traduzca —dijo la italiana. Y cerró el álbum de prisa, colocandolo después en su regazo y oprimiéndolo contra su cuerpo, como quien abraza estrechamente.
»Hablamos de muchas cosas, unas relativas al sonambulismo y otras no; pero yo no quise aludir a los sucesos de la víspera, y ellos tampoco hablaron de tal escena.

Leopoldo Alas, «Clarín». "Superchería", en «¡Adios, Cordera!» y otros cuentos. Barcelona: Crítica, 2001.

Los que siguen son: