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11.12.08

-Pero esa no es usted, Margarita. Usted no tiene corazón.
-Sí, esa soy yo. No se lo muestro. Pero sí lo tengo.
-¿Y por qué no me lo muestra?
-No me da la gana. No quiero. No.
-¿Le da miedo, acaso?
-No es eso.
-¿Asco? ¿Fastidio?
-No.
-Entonces estoy durmiendo con una extraña.
-Si quiere pensar eso, allá usted.
-No la entiendo.
-No me entienda. Yo me entiendo sola.
-Qué va. Si se entendiera no estaríamos en este rodeo.
-No me joda. Si quiere creerlo, es verdad. Yo no tengo corazón. Usted duerme con una extraña. Y usted me causa fastidio. ¿Eso era lo que quería escuchar?
-No le creo.
-No me joda.

29.11.08

Otra vez con el corazón desarropado. Otra vez sintiéndome como una bolsa en medio del mar, llevada por el viento de unas ideas locas con rumbo hacia ninguna parte, sin una luz ni un horizonte que no sea ese mismo mar melancólico y despiadado.

Otra vez respirando el mismo aire viciado y arenoso, que entra pero no sale, que carcome pero no alivia. Otra vez triste, con la cabeza gacha, preguntándome si es que eso del amor no es para mí. Otra vez constatando que mi paciencia tiene unos límites muy cerrados y que cuando se agotan sólo queda la desesperanza. La desesperanza de que algo pase, de que algo cambie. Otra vez creyendo que todo va a seguir igual, que conmigo no hay caso porque soy un pobre hijo de puta cuyo corazón en últimas no le importa a nadie, porque en el mundo real no hay a quien le interese si estoy bien o estoy mal.

Nadie me preguntó si prefería ser una lumbrera en medio de un desierto. Nadie me preguntó si quería levantarme por las mañanas y no tener mas consuelo que ver a las parejitas por la ventana, mientras tiendo una cama en la que ya nadie duerme y hago un desayuno que siempre sabe a lo mismo. Nadie me preguntó si no me dolía ser capaz de cosas de las que nadie es capaz, pero no serlo cuando se trata de la cosa misma que comparten los seres humanos y que mueve al mundo. Nadie me preguntó si prefería levantarme más temprano para decirle a alguien, a las cinco de la mañana, que me importa. Nadie me preguntó si me gustaría mirar los ojos de otra persona en silencio, verlos brillar. Nadie me preguntó si no me importaba no ser capaz de ser un ser humano.


¿Cómo quieren que aprenda, entonces, a no ser desmedido? Es que mi corazón no tiene alternativa. No la tiene así sepa que debería construírme otra posibilidad, que —por ejemplo— debería terminar de una vez por todas mi pequeño mundo poblado de fotografías melancólicas y de reflexiones altisonantes y retorcidas. No lo hago. Y no lo hago porque no se me da la honesta gana de hacerlo, y si eso no ocurre simplemente no puedo hacerlo. Y no se me da la honesta gana de hacerlo porque me temo que, si lo hago, todo seguirá siendo lo mismo. Controlar mi corazón no me impedirá seguir navegando por un mar que es la nada misma, siguiendo un rumbo que es ninguno en absoluto.

11.9.08

Semiótica de la capucha

¿Por qué nos molesta la capucha? ¿Qué es eso tan irritante que simboliza? ¿Cuál es el miedo que genera?

En Colombia, ya lo sabemos, los problemas éticos no existen. O se es bueno o se malo, no hay más que decir. Las caras de los buenos salen en las revistas del corazón. Los muestran en la tele, maquillan su rostro para que las luces no se reflejen en él. Y hablan, dan las noticias o insultan a los malos. Su rostro ocupa media pantalla, y su nombre aparece abajo.

Los buenos se ponen gafas caras de colores para sus miopías de una dioptría. Impostan indignación, "es que no hay derecho". Por eso quienes han sido buenos durante cuarenta años tienen una arruga en el ceño. Tanto tiempo mostrando la cara de preocupación acaban con el colágeno.

Es que para ser bueno hay que tener cara de bueno. Es la forma de saber que no hay que cruzar la calle en su presencia. El descaro es lo de menos, toda intención es perdonable si se esconde con una mirada a los ojos. Por eso se le tiene tanto miedo a quien oculta el rostro, a quien prefiere ser un hijo de puta a escondidas. Los que no son descarados son incomprensibles para nosotros. Por eso les tenemos miedo.

Por eso tienen tanto éxito los ladrones de cuello blanco.

24.8.08

El problema de mentir es que una mentira lleva a otra, a menos de que estemos dispuestos a pagar el precio. Siempre y cuando la mentira no sea piadosa (como ocurre casi siempre entre quienes no somos cínicos y/o trabajamos como políticos), ese precio se percibe en grados centígrados sobre la superficie de las mejillas y litros de sangre congestionada debajo de esa superficie.

Ahora bien, como la magnitud del sonrojo no se puede medir, tampoco se puede predecir. Entre quienes somos pesimistas, esto tiene como consecuencia que asumimos que después del sonrojo se acabará el mundo. Por eso decidimos, como dicen las abuelas, estar descoloridos toda la vida. Nuestra incapacidad para calcular el sonrojo hace que el día que debemos pasar colorados nos parezca —erróneamente— insufrible.

Hay que aclarar que esto no se supera mediante la experiencia. En una que otra ocasión, un pesimista x supera sus taras cognitivas y experimenta que efectivamente es mejor estar colorado un día que descolorido toda la vida. En concreto, se da cuenta de que hay vida después del temido sonrojo. Pero eso no garantiza que las taras de x desaparezcan. En la siguiente ocasión, por lo tanto, es posible que el sujeto x cometa el error de sobreestimar el bochorno.

El problema de andar descolorido toda la vida es que la palidez genera angustia. No en vano las abuelas, en su sabiduría infinita, nos llenan de caldos y aguas aromáticas con el objetivo de que recuperemos el color en el rostro. Pero si el mundo fuera un lugar feliz sería porque la angustia se curara con agüita de valeriana. Evidentemente el mundo no es un buen lugar, lo que demuestra que el agua de valeriana no cura la angustia.

Desconozco una cura para la angustia. Por eso, creo que es posible que no tenga cura. Mi problema es que no sé como vivir con ella, y que sé que viviría mejor sin ella. De lo anterior, concluyo que si no fuera pesimista viviría mejor.

Pero no encuentro motivos para no ser pesimista.

18.8.08

"La ciencia ya probó los riesgos del alcohol y del cigarrillo. Yo puedo arruinarles las gaseosas a todos"
Lisa Simpson

Y ahora nos arruinaron las papas fritas: dicen que causan cáncer. Con seguridad algunos nutricionistas están saltando en un sólo pie, felices porque la gente estará dispuesta a pararles un poco más de bolas mientras dura el escándalo. Nos han repetido hasta la saciedad que la comida rápida es mala, que infla la panza y tapona las venas. Puede ser cierto. Pero ahora tienen un argumento adicional; un argumento con la espantosa cara de la quimioterapia. "Temed a las papas fritas," dice con voz de traqueotomía un fantasma de piel delgada, cabeza calva y mirada perdida. Muchos las sacarán de su vida como al peor de los demonios.

Como si al mundo le hicieran falta miedos. Infundados o no, es lo de menos: el temor no entiende razones ni escucha argumentos. El mundo le tiene miedo a los que parecen malos, a los que no son del mismo color de los buenos. También a los vecinos, que en la primera oportunidad despotricarán de nosotros aprovechando ese pedacito de intimidad que desafortunamente comparten con nosotros. Además está el cáncer, el sida, el calentamiento global. Somos tan irresponsables que le tenemos miedo a las consecuencias de nuestros actos. A los gases que salen del exhosto de nuestro carro y, ahora, al paquete de papas que compramos aquel día para entretener las papilas mientras íbamos de compras.

Si las papas fritas de verdad causaran cáncer, todos los que hemos sido niños en los últimos 20 años estaríamos enfermos. Y, de ese modo, el cáncer dejaría de ser el reemplazo del coco para quienes no se portan bien. Sería una tragedia cotidiana y no la antesala de la muerte, ese fantasma de bata negra que sirve para hacer que la gente haga algunas cosas y deje de hacer otras.

Pero no, así no funcionan las cosas. En el colegio nos ponían a caminar sobre la línea negra que trazaban los curas paranóicos. Crecimos, y los paranóicos ahora son los médicos. El castigo ya no es una semana sin recreo, sino el riesgo de estar más cerca de la muerte. Como si cada día que se vive no redujera la vida en un día. Y como si las medicinas fueran gratis y la salud fuera un derecho.

10.8.08

A la sazón de la espiral del silencio que se vive en Colombia, no ser uribista se convirtió en una excentricidad. Que ni el jefe, ni los vecinos, ni mucho menos el cura o el pastor, se enteren de que hay una oveja rebelde en el rebaño. El riesgo que se corre es el del desempleo, la excomunión y el desarraigo.

Al parecer, este país ha tenido un éxito sin precedentes en la síntesis de la realidad. Para qué carajos vamos a gastar tiempo en lectura, plata en libros y espacio en bibliotecas si los colombianos descubrieron que el mundo cabe en dos baldositas de 3x3. O se es blanco o se es negro, o se es uribista o se es terrorista. O se vive tranquilo o llegan a la puerta los amables recuerdos de las Águilas Negras con una promesa de redención. Un concepto como el gris es demasiado profundo para ser entendido. Peor aún, no es rentable: la economía colombiana está creciendo como nunca —a pesar de la ‘mamertería’ de los camioneros— desde que lo abandonó.

La Constitución del 91 se convirtió en una forma muy efectiva de complicarse la vida. Que equilibrio de poderes, que Estado Social de Derecho, qué montón de nudos. Es tan complicada que no se puede deshacer de un plomazo. Es necesario dinamitarla columna por columna, cimiento por cimiento. Aunque, como los colombianos son tan ‘verracos’, es de esperar que pronto encuentren el método para volverla pedazos y en su lugar poner una en la que los buenos sean buenos y los malos vayan a la horca.

Desde que en Colombia se está en la baldosa de los blancos, con una camiseta de ese mismo color que no se presta para ambigüedades, todo es más sencillo. Lo único que hace falta es que el lado oscuro sea consumido por el fuego redentor de la milicia. Algún día la excentricidad será erradicada de la tierra. Entonces, los buenos no sólo serán más: serán todos.

PD: Nótese que esto es un sarcasmo. No quiero que me canonicen sin merecerlo.

9.7.08

En Colombia ser sensato y ser apátrida son sinónimos. Ya sabíamos que criticar Uribe es pecado mortal en esta república bananera y que uno no tiene derecho a decir que el mesías tiene defectos sin que le caigan encima. Pero esto ya está llegando a niveles absurdos.

Ingrid Betancourt, ya por fuera del ambiente enrarecido que se respira en los mentideros de este país, afirmó dos cosas bastante sensatas: Uribe tiene que bajarle al odio y lo que dice Chávez resuena en las FARC. Después de un breve paso por la silla de la voz cantante, ahora la exsecuestrada es una traidora para los coros uribistas. Lo único que hizo fue decir que la realidad es más poderosa que la calentura del Presidente.

Hay que darse cuenta de lo que dicen los uribistas sobre Ingrid para darse cuenta de que ella tiene razón. El odio visceral y la total ausencia de sentido crítico —tan de moda desde la llegada del caudillo— no van a llevarnos a ninguna parte. El hecho de que el 91% de la población crea que un país se maneja con las tripas y que una democracia es como una finca ganadera, sólo demuestra una vez más lo que cualquiera concluiría después de leer un poco de historia: siempre debe suponerse que las mayorías colombianas están equivocadas, a menos de que se demuestre lo contrario. El problema, evidentemente, es que aquí no se lee.

Es que leer es importante para saber distinguir lo que se oye de lo que se escucha. Contrario a lo que muchos juzgan, Ingrid nunca dijo estar a favor de Chávez. Lo único que ella dijo es que las FARC escuchan al señor de junto, cosa que también dijo en su momento el futuro excanciller en medio del aplauso rabioso de la turba caudillista. Es una cuestión pragmática: Chávez es útil para desarmar a las FARC. Ergo, es mejor tenerlo cerca. No entiendo cómo la gente no puede entender un razonamiento tan simple. Ah, si: “Colombia es Pasión”.

8.6.08

Mientras Uribe sigue subido en la carreta de su 80% de popularidad, a su alrededor pasan cosas. Por un lado, el gobierno admitió que intentará por sexta vez que el Congreso apruebe la penalización del consumo de la dosis mínima de droga. Uribe, como siempre, justifica su intención con una afirmación resonante: la "permisividad" hacia el uso de drogas no es coherente con su política de lucha contra el narcotráfico.

No hablemos de que la lucha contra el narcotráfico es un desastre y que cada vez tumban más selva para sembrar coca —y decomisan menos cocaína. Tampoco ahondemos en las supuestas relaciones entre Uribe y el clan Ochoa —las cuales, de ser ciertas, ponen un oscuro manto de sospecha sobre las intenciones del mandatario. Hablemos de las razones por las que Uribe dice lo que dice, razones cuya falsedad queda demostrada por los hechos. A nuestro paternal presidente le preocupa que los hijos más jóvenes de su Patria —porque desde Casa de Nariño dictan que ahora debe escribirse con P mayúscula— se están "envenenando". También le preocupa lo que llama una "relación de ‘causa–efecto’ entre la permisividad del consumo de alucinógenos y la criminalidad en Colombia".

En tanto, la reelección se vende en la calle como cualquier cigarrillo barato. Los recolectores de firmas, que cobran $200 pesos por rúbrica, expenden el apoyo al presidente como una droga altamente adictiva. Hay que ver cómo es recibido Uribe por las niñas bien de las universidades privadas; más de una se quedó con las ganas de pedirle un autógrafo en una teta. También hay que ver las intervenciones de los pequeños tiranos de esas mismas universidades: sesiones de masturbación política cuyo único objetivo es obtener placer autoinfringido alabando al presidente por su forma de alimentar los odios que todos llevamos dentro. Y él, con su insoportable sonsonete de niño bueno, agradece sutilmente y, cual bazuco político, ofrece a su lambón de turno un breve momento de satisfacción sublime.

Los colombianos, como buenos adictos, progresivamente van bajando sus estándares morales para seguir procurándose su dosis mínima. Aceptan que la parapolítica —la complicidad entre legisladores y criminales que protegen con motosierra sus negocios agroindustriales— quede impune, como un avispero que nunca debió haberse alborotado. Aprueban masivamente a un presidente que le da un espaldarazo a la impunidad para seguir gobernando sin que nadie le estorbe, mientras demanda con sevicia a quien está encargado de juzgarlo e insulta sanguinariamente a quien ose criticarlo. Y todo esto se vuelve, de repente, aceptable para los colombianos. Eso sí, siempre y cuando se garantice que Uribe, el presidente-bazuco, siga estando a disposición. La traba justifica los medios.

Tan es así que se pierde hasta el sentido de la coherencia. Claro que hay una relación causa-efecto entre criminalidad y drogas; la Parapolítica es el mejor ejemplo de eso. ¿O es que los paras son una simple gallada de leñadores? Que no se nos olvide que estos díscolos muchachos sembraban marihuana en el Magdalena antes de ser díscolos; que tampoco se nos olvide que el MAS (Muerte a secuestradores) —un acuerdo de mafiosos para vengar el secuestro de una mujer de la familia Ochoa— se convirtió en la piedra fundacional de los movimientos paramilitares. Que no se nos olvide, finalmente, que hacer pactos con estos sujetos para hacer política es un crimen —por más que su judicialización le cueste al Doptor Varito sus mayorías en el Congreso.

Ya entendí por qué Uribe quiere ilegalizar la droga: él y su figura quieren quedarse con el monopolio de la traba. No quieren que los colombianos pierdan la cabeza por nada que no sea su peinado de niño bueno y sus regaños paternales.

6.6.08



En Bogotá hay más Pielrojas que en Estados Unidos. Nadie sabe como llegaron, ni cómo aprendieron el idioma. No hay, tampoco, sospechoso alguno del crimen de impulsarlos a grabar esa espantosa fusión de música 'andina' con ruidos de sala de espera de odontólogo. Como si no tuviéramos suficiente con Melodía Estereo y sus perversas versiones asépticas de lo que solían ser canciones decentes, preludio espantoso del encuentro con la fresa y el taladro.

Pero aquí los tenemos, en cada esquina del centro de Bogotá. Viven de cada incauto que, admirado por sus plumas pintadas con vinilo de preescolar, les compra un disco creyendo hacer un acto humanitario o expandir un poco —sólo un poco— sus horizontes. Mercaderes de poca monta, viven de las monedas que les deja su ubicuo espectáculo de circo. Estoy por pensar que algún visionario se dio cuenta de lo cortos de miras que son los bogotanos y se puso a reclutar a cualquiera que tuviera rasgos indígenas, le ofreció un pequeño curso de playback y le asignó una esquina de la séptima. Debe haber, detrás de alguna puerta oxidada de la Caracas, un aviso publicitario impreso en una hoja amarillenta: "Haga dinero haciéndose el Pielroja". Y, subiendo por un sinfín de escaleras estrechas, tres o cuatro varados tomando clases de maquillaje por un señor de acento pastuso y piel aceituna.

Pero bueno, eso es lo que pasa cuando la gente no lee nada: asocia plumas con arte y música de ascensor con cultura.

4.5.08

Cuando me di cuenta de que ya no me ofendían las estupideces que dicen las reinitas de farándula de RCN, me preocupé. Me preocupé más cuando me di cuenta de que buscar el control y ponerme a ver alguna porquería se estaba convirtiendo en un acto inconsciente. Pero sólo dije basta cuando me di cuenta de que me estaba volviendo lento y baboso. Desde hoy, y hasta dentro de un mes, no veré televisión.

Me voy a perder un par de cosas que quisiera ver. El estreno de la temporada 19 de Los Simpsons y depronto un par de noticieros, por si surge un tsunami en medio del mar alebrestado que es la actualidad de este país. Pero el periodismo radial es mejor, tiene menos afán y menos cara de marrano. Además ya he visto suficientes muñecos amarillos en mi vida. De hecho, ayer me despedí de la caja idiota con una super dosis de siete horas de primera temporada. En inglés, con subtítulos y con un capítulo que —para mi sorpresa— no había visto nunca.

Pero, estoy seguro, valdrá la pena. Hay un par de pendientes en mi biblioteca que me miran con ojos de mendigo. Espero que merezcan más que unas monedas de mi tiempo. También estoy cansado de trabajar poco y de que no me rinda nada, de aplazar mis tareas para darme una perniciosa pausa de tres horas para ver tele antes de dormir. Además —y sobre todo—, mi tiempo libre se merece algo mejor que muchas medias horas de programación cuadriculada. Pasan mejores cosas en la vida real. Ojalá que las transmitan en vivo.

26.4.08

BOLSA EN LA CABEZA

El ruido que se escapa de sus audífonos suena como una sucesión de martillazos hechos por un albañil inexperto y desesperado clavando una tachuela. I am an anarchist, I am an antichrist. Ahora él es el que parece clavando una tachuela con su cabeza, que se mueve a golpes hacia delante y hacia atrás. Entre dientes, tararea la melodía. Él quiere ser un anarquista, él quiere ser un anticristo. Escupe.

Cuando se convirtió en un anarquista de aspiraciones demoníacas apenas sabía que la letra a mayúscula rodeada por un círculo significaba anarquía. Él sólo veía a sus amigos rayando los teléfonos públicos y asustando abuelitas en la calle. Decidió, un buen día, ser como ellos, compró unos taches de metal y se los puso a una chaqueta. Le gustaba la música que escuchaban, era escandalosa y ruda, no era cortés y frígida como la música de ascensor que tanto detestaba y que su mamá nunca quitaba en el equipo de su casa. Así que tomó el dinero de su padre y compró unos buenos discos en el centro.

Luego vinieron los pantalones entubados y los zapatos roídos. Cuando le creció el pelo, se rapó las sienes. Ese viernes, sacó el jabón de lavar la ropa del patio y lo usó como fijador para hacerse una cresta. En la noche se fumó medio bareto debajo de un caño y se fue a pasar la traba en su cama caliente, con la cabeza recostada en su almohada de plumas. Luego lo haría todos los viernes, más adelante todos los días. Primero medio bareto, después uno entero, después unas líneas de perico. Alcanzó incluso a fumar un poco de heroína, que se consumió en un chispero maloliente al interior de un pedazo de papel de aluminio. No le gustó.

Sentía rabia. Ya no se veía inofensivo y cachetón; ahora era amenazante. Su piel se adelgazó, sus facciones se afilaron y empezó a tener ojeras. Su mirada perdió la inocencia, sus ojos parecían estar explotando lentamente, gritaban desprecio. A su paso las señoras se prendían de su cartera con más fuerza y los niños dejaban de caminar para esconderse detrás de las piernas de sus padres. Ya nadie le negaba una moneda, al contrario de cuando parecía un niño disfrazado en día de brujas. Ahora el disfraz era el uniforme del colegio. Ya era un anarquista. Ya era casi un anticristo.

Un día se levantó en un cuarto de hotel al lado de la playa. Se miró al espejo. Pensó que se veía ridículo con la cresta aplastada y pantaloneta de baño. Creyó parecer un vendedor de pescado maloliente. Luego pensó que más bien parecía el mandadero de un traqueto de medio pelo, porque un vendedor de pescado no mira con odio. El mandadero, en cambio, odia sin razones. No duerme, vive a costa de la vida de otros. Sabe que la muerte no se preocupa por esconderse, que en cualquier momento le dará un par de palmadas en el hombro y se lo llevará a plomo. Sabe que no tiene futuro, que no hay futuro.

De repente sintió asco de sí mismo, de los huecos horrendos en los que se drogaba debajo de los caños y de esa cresta que parecía una bolsa de basura que el mar llevó hasta su cabeza. La rabia volvió a sus ojos —se había ido por un momento mientras pensaba—, pero no era la misma de siempre. Ya no era desafiante, ahora era dolorosa. Tenía el ardor de la culpa y la vergüenza de la estupidez. El reflejo de sus ojos en el espejo lo incriminaba, le restregaba su infinita ceguera, lo quemaba como el primer rayo de luz después de una larga noche. Él sí tenía futuro, siempre lo había tenido.

Cuando regresó a la ciudad se puso los zapatos que su mamá le había regalado en navidad.

Publicado en la revista Hoja Blanca # 4. Marzo 2008.

31.3.08

Revolcando entre mis archivos, me encontré esta perla. Es una nota que escribí y nunca se publicó con respecto a una visita a la U. del Rosario del entonces presidente del Partido Conservador y hoy Ministro del Interior, Carlos Holguín Sardi, en plena campaña electoral. Saque usted sus propias conclusiones.

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Repudió los recientes actos violentos de las FARC, y se mostró de acuerdo con la seguridad democrática y con el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos

Carlos Holguín Sardi se pronuncia sobre los grandes temas del país

En un evento en la Universidad del Rosario, el presidente del Partido Conservador expuso las propuestas de su partido y afirmó que existe una coincidencia de convicciones entre los conservadores y el jefe del Estado. Dijo también que sin TLC el país se sumiría en la pobreza, que las organizaciones no gubernamentales son una “partida de defensores de los terroristas” y que la extradición es una figura jurídica necesaria. Se mostró en contra del intercambio humanitario, del aborto y del matrimonio entre homosexuales.


Bogotá. 27.02.2006 — El presidente del Partido Conservador Colombiano, Carlos Holguín Sardi, se pronunció sobre los temas más controvertidos de la actualidad colombiana en una conferencia organizada por la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario y realizada el pasado martes. Allí, Holguín habló del proyecto político del partido que dirige, de la cercana relación política que los conservadores mantienen con el presidente Álvaro Uribe Vélez, del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, de los recientes ataques llevados a cabo por las FARC y del matrimonio entre homosexuales, entre otras cuestiones.

El líder político afirmó que si bien el programa gubernamental de seguridad democrática ha sido efectivo y debe continuar, es necesario “pasar a una seguridad más humana, a una seguridad donde […] haya que luchar como objetivo claro no solamente contra el terrorismo sino muy principalmente contra la pobreza”; y aseveró que esa es la orientación de la agenda política de su partido.

En este sentido, Holguín propuso la continuación y ampliación de programas que ya están implementados como ‘Familias en acción’, que consiste en el pago de subsidios de educación y alimentación a familias que estén por debajo de la línea de pobreza siempre y cuando demuestren que sus niños van a la escuela y tienen acceso a servicios de salud. Este programa, cuyos resultados fueron destacados recientemente por el Banco Mundial, “permite que las familias beneficiadas vivan por encima de los dos dólares diarios, que salgan de la línea de pobreza”, destacó Holguín.

El dirigente también propuso la creación de un banco que facilite el acceso a créditos para personas pobres, jóvenes y microempresarios, al igual que la ampliación de los subsidios de vivienda.

Respecto a la relación del Partido Conservador con el presidente Álvaro Uribe Vélez y al apoyo de este partido a la campaña de reelección del mandatario, el dirigente conservador sostuvo que existe una coincidencia de convicciones entre el partido y el jefe del Estado. “Con Uribe lo que ha habido es un acuerdo programático y una identidad de principios y de propósitos muy clara”, afirmó.

Según informó Holguín, el acuerdo programático se materializó el pasado miércoles después de la inscripción de la campaña presidencial de Uribe, cuando el Partido Conservador puso en consideración del ahora candidato un grupo de propuestas para llevar a cabo en su eventual segundo gobierno. Las propuestas, sostuvo el dirigente, son relativas a la puesta en marcha de herramientas contra la pobreza y al fortalecimiento del sistema de administración de justicia.

Por otra parte, el líder conservador calificó como “bárbaros” los ataques perpetrados por las FARC el pasado fin de semana en los que fue incinerado un bus de pasajeros en el Caquetá y fueron acribillados nueve concejales en el municipio de Rivera (Huila), y afirmó que esperaba las reacciones de “las organizaciones de derechos humanos, de las organizaciones no gubernamentales, y de toda esa partida de defensores de los terroristas”.

Holguín exigió, igualmente, un pronunciamento de repudio a estas acciones guerrilleras por parte de Michael Frühling, director de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Colombia. Sobre el funcionario de Naciones Unidas, Holguín afirmó que “no ve las cosas como son en la realidad”, y lo cuestionó por no pronunciarse respecto los actos violentos llevados a cabo por las FARC. No obstante, el organismo encabezado por Frühling emitió el mismo martes un comunicado repudiando el hecho e instando a las FARC “a cumplir su obligación de respetar la vida y la integridad personal de todos los civiles”.

El político conservador afirmó que su partido no era de ninguna manera enemigo de un eventual intercambio humanitario entre personas secuestradas por las FARC y guerrilleros presos de ese grupo insurgente. Sin embargo, aseveró que en la coyuntura actual del país “no creemos en el acuerdo humanitario porque para que haya acuerdo tiene que haber voluntad de dos, y del lado de allá [de las FARC] no hay ninguna voluntad”, y que lo aceptaría bajo la condición de que con éste “no se valorice la moneda maldita del secuestro, [de que no se haga] para que al otro día haya más secuestrados para que más adelante se puedan liberar más presos”. Aseguró además que “a las FARC sólo las conmueve una derrota militar”, por lo que afirmó que las posibilidades de negociación con esta guerrilla respecto al intercambio están cerradas.

Así mismo, Holguín expresó su apoyo al Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Estados Unidos y Colombia, y afirmó que no tener un tratado de esta naturaleza sería nefasto para todos los colombianos: “el no TLC es condenarnos a la pobreza”, aseveró. El dirigente conservador manifestó también que la extradición de narcotraficantes colombianos a ese país es una figura jurídica necesaria, puesto que “el delito transnacional [el narcotráfico] conlleva necesariamente a la justicia transnacional”.

Holguín también habló acerca del aborto y el matrimonio entre homosexuales. Del primero, afirmó tajantemente que “respetamos el derecho a la vida, pero a nadie le aceptamos el derecho a disponer de la vida”, lo que deja ver su rechazo a toda forma de aborto. Del segundo, reconoció que es un hecho social innegable y que por esto deben reconocérsele ciertos derechos a las parejas gay, pero que difícilmente aprobaría que estas parejas pudieran tener hijos y que no está dispuesto a admitir que tengan las mismas consideraciones legales que los matrimonios heterosexuales. En este sentido, sostuvo que “si el matrimonio deja de ser una institución de pareja entre un hombre y una mujer, estamos contra la naturaleza humana y contra la naturaleza en general”.

23.3.08

TEORÍA FUNDAMENTAL DE LA ALTERNOTONTEZ
Con la colaboración de Eduardo Palma.


AXIOMA 1: Alternatonto es toda aquella persona que quiere destacarse por su individualidad y cree que lo va a lograr actuando tontamente.

Corolario 1: La alternotontez no es una cuestión de hábitos sino de actitudes: lo que define al alternatonto no es su concurrencia a ciertos bares ni su inclinación por ciertas tiendas de ropa (por más que haya bares y tiendas de ropa que sean imanes de alternatontos), sino su actitud ante todo lo que lo haga, en su concepto, diferenciarse.

Demostración: Si la alternotontez se definiera por la simple inclinación hacia algo o alguien, los alternatontos no cambiarían constantemente de gustos, de bares o de tiendas de ropa —en definitiva, de inclinaciones— sin dejar de serlo. Este hecho muestra que parte de la esencia de la alternotontez es el cambio errático y constante (como se demostrará más adelante), y esa conclusión demuestra que es falso que los lugares o los hábitos sean los que hacen alternatontas a las personas.

AXIOMA II: El afán fundamental de los alternatontos radica en ser diferentes a cualquier precio.

Corolario 2: Dadas las actuales tendencias de las artes visuales es prácticamente imposible distinguir a un alternatonto de un alternativo a simple vista. Pero, dado que un alternatonto es una persona que requiere a cualquier precio reafirmarse en su individualidad, su diferencia fundamental con un alternativo radica en que para el segundo parecer diferente es una consecuencia de serlo, mientras que para el primero ser diferente es una consecuencia de parecerlo.

Corolario 3: El cambio errático y constante que se observa en los alternatontos —del que ya se habló arriba— también es consecuencia de su maquiavélica pulsión por ser diferentes. Este cambio sólo se mueve por la fuerza que produce su afán fundamental (AX. II), lo cual no impide —y de hecho casi siempre favorece— el hecho de que los alternatontos actúen de formas contradictorias.

TEOREMA ÚNICO:
Los alternatontos tienden a la estupidez y a la incoherencia.
Demostración: Dado que los cambios en las tendencias están determinados por dinámicas de mercado, la incompatibilidad entre tendencias no es algo que no pueda ocurrir. De hecho, ocurre con
frecuencia. Y como su pulsión por ser diferentes los pone en cierta relación con las tendencias de la moda y los obliga a moverse de acuerdo con ellas, ellos tampoco escapan de la estupidez y la incoherencia. Así mismo, actuar con sensatez y dignidad por momentos es una costumbre mayoritaria, y dado que los alternatontos buscan ser diferentes a cualquier precio (AX. II), la estupidez de los actos con los que se diferencian es aceptada —e incluso disfrutada— por ellos.

PD: Si se emputó, vaya a un espejo y madree.


27.2.08

















Captura de pantalla hecha de eltiempo.com el 24 de febrero de 2008 a las 10PM.

Sin palabras.

4.2.08

Al final pasó de todo y no sabemos si en realidad haya pasado algo. Unos marcharon contra las FARC, otros a favor de Uribe, otros le echaron la madre a Chávez, y así. Yo marché con Mockus y solucioné mi dilema moral.

Hagan clic en la foto para verlas todas.



























PD: ¿Alguien sabe, de casualidad, qué pasó con la guerra de almohadas? A las 12:30 yo era el único con una almohada en el Parque de la Independencia.

3.2.08

Por cuenta de la glotonería política de unos cuantos que no pueden evitar sacarle el jugo a cuanta oportunidad se les presenta, y por cuenta de la inocencia de otros que no fueron capaces de impedir con vehemencia que les chuparan la sangre, la marcha de hoy se convirtió en una especie de zona gris. El dilema no es falso, como algunos arguyen con el deseo. En efecto, se nos ha puesto en una situación en la que o no rechazamos a las FARC o apoyamos a Uribe.


Ese dilema no es falso porque, desde el principio, la idea de la marcha es una resonancia del discurso oficial. “No más FARC” quiere decir simplemente eso, que las FARC no deberían existir. Ni como grupo armado ni como fuerza política, ni en la ilegalidad ni en la civilidad. Marchar por esa causa implica marchar a favor de una rendición militar y un sometimiento político, cosa no solo ilusa sino nociva para la democracia: dentro de la civilidad, todos tenemos derecho a defender nuestras causas políticas —duélale a quien le duela.


Ahora bien, el sector político nacional que siempre ha defendido esa tesis ‘antifariana’ es el uribismo. De hecho, esa es la tesis que lo llevó al poder: después del Caguán, esta demostrado que las FARC no son sino una manada de bandidos facinerosos y sanguinarios, por lo que hay que acabarlos sin pensarlo tanto y sin ninguna consideración. Eso puede ser lastimosamente cierto, hay que decirlo. Pero hasta la legitimidad de un derramamiento de sangre tiene fronteras éticas. Aprovecharla para despotricar de quienes defienden ideas desde la civilidad es incorrecto y sucio. Es como si lo ilegítimo estuviera en las ideas y no en la violencia con la que se intenta imponerlas. Es como si la vergüenza de las FARC fuera su supuesto ideario político y no su terrorismo.


Si recordamos a los 5.000 civiles de la UP, asesinados por parte de la misma derecha que hoy apoya esta marcha, la simple y supuestamente admirable idea que puso a andar esta manifestación toma tintes macabros. Nada nos garantiza que no estemos marchando a favor de una consigna de limpieza social, o que no le estemos haciendo el juego a la más rancia y maquiavélica derecha de este país. Esto, claro está, sin olvidar que estamos marchando a favor de una tesis del gobierno de Uribe. Ahí no hay ambigüedad que valga.


Sin embargo, creo que sí es necesario que la gente de a pie sea agresiva con las FARC y demuestre su indignación por el uso de la crueldad como arma política. Tal vez una consigna menos abigarrada hubiera sido menos cuestionable, pero en todo caso estoy convencido de que, sea marchando o no, hay que expresar ese rechazo. Por eso decidí no marchar en la marcha “oficial” (ni en la del Polo, que esta vez no estuvo a la altura de sus militantes) sino ir a la guerra de almohadas.


Después de tanto pelear en los foros de Facebook tengo las tripas revueltas y una desconfianza de huérfano recién egresado del orfanato. Se que a nadie le va a importar que unos chinos bien de Bogotá se den en la jeta con almohadas en un parque que no conoce casi nadie, pero no me importa. El ejercicio simbólico —muy mockusiano— me parece valioso: si tiene piedra, coja una almohada y no un fusil. Yo tengo piedra, tanto con las FARC como con el gran engaño de una marcha “no-política”.


Y cuando pase la marcha de Mockus, me uniré. Es una forma de romper con el dilema, ¿no? Sea como sea, al menos marcharé al lado de alguien en quien confío y no al lado de alguien que me produce asco.

27.1.08

Si, buenas. ¿Se acuerdan de esto?

Ahora vean esto:































Lunes 4 de febrero de 2008.
12 M. - 2 P.M.
Parque de la Independencia. Acceso por la Séptima con avenida 26 o por la calle 26 con carrera 6A. (ver invitación en Facebook)

Nos vemos allá. Lleven almohada y cámara.

13.1.08

Era previsible que después de la algarabía de las liberaciones de los secuestrados, la tensión política entre el autoritarismo colombiano y el totalitarismo venezolano se pusiera más aguda que nunca. Hugo Chávez iba, más temprano que tarde, a pasar la cuenta de cobro de la liberación. Lo que nadie se esperaba era el monto tan alto.

Lo del reconocimiento del estatus político a las guerrillas es una cuestión vieja, que se ha discutido mucho antes y durante el gobierno Uribe. La aporía radica en que Uribe no va a poner en riesgo su capital electoral dándole reconocimiento alguno al “enemigo común de los colombianos”, que ha apalancado y sustentado retóricamente su programa de gobierno y su misma permanencia en el poder. A Uribe lo eligieron para “fumigar esa plaga”; las mayorías uribistas no le perdonarían (si tuvieran cerebro y memoria) que claudicara en su misión. Sería la primera vez, dada la visión simplista de un sector visible de la derecha colombiana —según la cual todo lo que huela a izquierda es una amenaza terrorista—, que uno de los macabros desaciertos de Uribe le podría costar algo de popularidad: la parapolítica, la tentativa de usurpación de poderes y la centralización de toda la labor estatal en “los huesitos y la carnita” del caudillo eran males necesarios para que “la gran tarea nacional”, la erradicación de la guerrilla, fuera llevada a cabo a cabalidad. El costo humano, ya lo sabemos, no les importa: al fin y al cabo —dicen ellos— uno no puede ganarle a un enemigo que no sigue las reglas, a menos que uno mismo también renuncie a ellas.

Personalmente creo que la única forma admisible y legítima del juego político es aquella en la que se juega con reglas. Y en ese sentido, las FARC no pueden ser un actor político a menos que se acojan a las restricciones que les impone una situación de diálogo legítimo, es decir, a menos de que sus argumentos ya no estén respaldados por la amenaza de una represalia violenta. En concreto, eso quiere decir que las FARC sólo serán actores políticos cuando decidan hacer un cese al fuego y entreguen a todos los secuestrados que tienen en su poder. Sin esas condiciones, la situación de un eventual diálogo sería análoga al temido Caguán. Uno no está dialogando cuando la contraparte está apuntándole con un revolver en la cabeza.

Lo que me preocupa de todo eso es que el señor Chávez haya respaldado explícitamente las luchas de las FARC y del ELN, afirmando que son “apoyadas” por su proyecto bolivariano. ¿No es lo mismo decir eso que decir que todas y cada una de las violaciones a los derechos humanos que han cometido las FARC a lo largo de su historia están justificadas por el proyecto político chavista? ¿No está “apoyando” Chávez el manejo infame de la crueldad como arma política y la manifiesta mala fe con la que las FARC han echado a la basura todas y cada una de las oportunidades que han tenido de volver a la vida civil? Si la reanudación de las relaciones diplomáticas entre los dos países va a ser consecuencia de la declaración de beligerancia a las guerrillas, y si esa declaración está motivada por ser parte del proyecto bolivariano, ya todo esta dicho. El cobre está pelado.

Para mí, las declaraciones de Chávez ponen de manifiesto —entre otras cosas— que las miles de víctimas de las FARC son víctimas del proyecto político de la república bolivariana de Venezuela. Chávez se acaba de echar miles de muertos a la conciencia.

Además, lo que hace Chávez con sus declaraciones es terminar de polarizar las posiciones políticas en Colombia. Al ponerse del lado del enemigo en común, quita del espectro de las posibilidades políticas del país una opción que no esté manchada de sangre: para el 2010, tenemos que elegir entre el declarado amigo de los Ochoa y su asesor, el supuesto abogado de Pablo Escobar; o el aliado de los asesinos de las FARC y el ELN (y, entre otras joyas, del ultraortodoxo Ahmadineyad).

Una cosa es abogar por un mecanismo que permita una salida política al conflicto colombiano; otra es justificar los asesinatos y los actos terroristas de un grupo armado como parte del propio proyecto político. Lo primero es loable y respetable; lo segundo es hacerse responsable político de la comisión de actos sumamente execrables. Chávez hace lo segundo diciendo que quiere hacer lo primero.