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22.5.07

Buenas. Aquí paso a dejarles una invitación. Se mostrarán dos trabajos en los que participé, un corto argumental del cual escribí el guión y un documental que produje. Se les espera.

5.5.07

A algún cobarde radicado en Buenos Aires, que se conectó a No al silencio con la IP 201.231.129.136 el 4 de mayo a las 11:03 PM (hora colombiana), le pareció chévere perder su tiempo insultándome con arengas de adolescente colombiano estúpido en la cajita. La verdad, no me importa: yo no peleo con cobardes.

Si me conoce y tiene algo contra mí, supongo que sabe dónde encontrarme y decirme todas las estupideces que escribió. Si no, le pido el favor de que no sea tan desocupado y deje de perder su tiempo escribiéndome las cosas que le dicen en la calle. Habemos quienes usamos internet para cosas diferentes a esconder nuestros calzoncillos cagados y nuestras frustraciones sociales.

Por ahora, la cajita queda excluída de todos mis blogs. No creo que el resto de mis lectores venga a alguno de mis espacios a leer los insultos de un pobre desadaptado.

1.5.07

En este momento él está gritando frente a un micrófono, ametrallándolo a razón de 3 o 4 palabras por segundo. Por la ventana están entrando los chillidos de una madre parturienta que está sacando el susto de sus entrañas. Es curioso, él grita cuando ella lo hace.

Seguramente alguien, una dama de dedo parado o un veinteañero esnobista, está viendo el partido y haciendo cara de fastidio. Muy seguramente otra persona, un oficinista cansado o un estudiante en parciales, viene en un bus de camino a su casa. El radio del bus está, como siempre, a todo volumen. Su dial está, como siempre, en el 100.9 de la frecuencia modulada. Los cuatro están escuchando a (y fastidiándose de) la misma persona.

Esa persona, cuya voz ha escuchado todo aquel que se precie de ser colombiano, está al frente del pelotón más odiado de la televisión nacional: los narradores de fútbol. Esa persona impuso el más chabacán de los estilos. También subió los índices de ignorancia más de un poquitico con sus frases corronchas y su pésima pronunciación del inglés y del francés, pero sobre todo del alemán. Esa persona, además, le hizo creer al colombiano promedio que cualquier idioma se puede pronunciar embolatando un poco la erre y enredando un poco la lengua. Por personas como esa es que estamos como estamos, como cabras tirando pa’l monte.

Pero a mí me cae bien.

¿Quiere saber por qué? Lea la BlogJuan de este mes, la revista que todo blogger (y todo no-blogger) quiere leer.